martes, 11 de octubre de 2011

El callejón del beso

Doña Carmen vivía en Guanajuato y era hija única de un viejo violento, ambicioso e intransigente.
Doña Carmen era cortejada por un joven galán, llamado Luis. Al ser descubierta por su padre, Doña Carmen fue encerrada por su padre, ya que no aceptaba su relación y era tal su enojo que la amenazó con llevarla a un convento si volvía a ver a Luis.  Su padre lo que quería, era casarla en España con un viejo y rico noble, para que su fortuna aumentara.
La bella y sumisa criatura y su dama de compañía, doña Brígida, le lloraron y suplicaron al viejo, para que éste dejara en paz a Doña Carmen y le permitiera casarse con Luis, pero de nada sirvió.
Mientras transcurría el encierro, Brígida le entregaba a escondidas cartas de doña Carmen a Luis y viceversa.
Mil conjeturas se hizo el joven enamorado, pero de ella, hubo una que le pareció la más acertada. Una ventana de la casa de doña Carmen daba hacia un angosto callejón, tan estrecho que era posible, asomándose por  la ventana, tocar con la mano la pared de enfrente. Si lograban comprar la casa de enfrente, podría hablar con su amada y, entre los dos, encontrar una solución a su problema. Así que compró aquella casa a precio de oro.
Cual fue la sorpresa de doña Carmen cuando, asomada a su balcón, se encontró a tan corta distancia con su joven enamorado. Unos cuantos momentos habían transcurrido de aquel coloquio amoroso, pues, cuando más abstraídos se hallaban los dos amantes, del fondo de la pieza se escucharon frases violentas. Era el padre de doña Carmen increpando a Brígida, quien se jugaba la misma vida por impedir que su amo entrara a la alcoba de su señora.
El padre arrojó a la protectora de doña Carmen, como era natural, y con una daga en la mano, de un solo golpe la clavó en el pecho de su hija.
Don Luis enmudeció de espanto, la mano de doña Carmen seguía entre las suyas, pero cada vez más fría. Ante lo inevitable, don Luis dejó un tierno beso sobre aquella mano tersa y pálida, ya sin vida.

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